24 febrero 2014

Agujeros



La ilustración es de Paula Bonet

Tengo aguja e hilo
para coser mi corazón
agujereado.

Y también mercromina
para curar mi pómulo
desgarrado.

Me pongo antiojeras
para tapar el violeta
de tus golpes.

Y tapo con ansiolíticos
mis ganas
de no ser nada.

Ya no te quiero,
pero tengo demasiado corazón
para no desangrarme

por sus agujeros.

-.-

20 febrero 2014

Baño maría



La imagen es del polaco Etam Cru                                                                     Escrito para los Viernes creativos de Escribe fino.

Estoy recogiendo en un bote las gotas de este amor que se desangra.

Quedaban en él los restos de una compota de fresas que te salió demasiado dulce.

Son rojos todos tus recuerdos y tienen tanto azúcar, que amargan.

No endulza tampoco mi obsesión de conservarlo todo, de esperar que los sentimientos duren para siempre.


Misión imposible en este frasco donde entra todo el aire que dejamos correr entre nosotros y para el que no encuentro una tapa que cierre.

-.-



17 febrero 2014

Génesis




La ilustración es de la artista María Luisa Olguín

El extraño sueño terminó por despertarme. Mi vientre protestaba un poco y pensé que la mala digestión podía ser la causa de esa inquietud.
Era realmente raro. No podía recordar casi nada de lo que había sucedido en las últimas horas, pero tenía muy presente cada uno de los episodios del sueño: las larvas que daban origen a la multitud de mariposas que vivían el estómago y se fundían finalmente en una especie de gusano, que tenía mi propia cara.


En cambio, ¿qué hacía a mi lado ese ser tan bello, con esa especie de serpiente entre las piernas? Dormía junto a mí, con una cara de felicidad que se contraía al tiempo que sus ruidos estomacales, como si aquellos insectos también hubieran invadido sus entrañas.


Cuando descubrí los restos de nuestro último alimento, recordé todos los detalles. Habíamos comido de la fruta prohibida y entregado a un juego excitante, que nos había dejado exhaustos. En los restos de la pulpa pude observar unas extrañas semillas en forma de larvas.


Las imágenes del sueño volvieron con mayor nitidez y empecé a acariciar mi vientre. Entonces, aquella cosa despertó, me miró con sus ojos azules y todas las mariposas comenzaron a desplegar sus alas.

-.-

10 febrero 2014

Ace




Yo sé que no debería tocarlo, que debería dejar ese hueso en su caja; pero no tengo muy claro por qué. Así que me decido a sacarlo de su escondite y me largo de la habitación antes de que nadie me riña. El corazón se me acelera y sonrío, con esa risa nerviosa que se me queda cuando hago algo malo y pienso en que me pueden descubrir.


En la casa de la abuela, todo el mundo anda ajetreado, llenando cajas de viejos objetos: libros, ropa, candelabros de plata, y todo eso. Así que nadie se da cuenta de que me voy al patio, con mi secreto mal disimulado entre la ropa. Allí, en una esquina, lo observo bien. Parece un hueso de la pierna, el que tiene otro más fino pegado detrás, el de la bandera pirata.


Si lo comparo con el mío, es bastante más grande. Debe ser de un adulto. Tiene una forma graciosa, como el de una pequeña raqueta de las que se usan en el juego de pelota. Busco una piedra pequeña y la lanzo al aire. Trato de golpearla con el hueso, pero no acierto.


Me concentro en los movimientos y cada vez estoy más cerca de conseguir mi objetivo. Poco a poco, voy atinando, y lanzo más lejos la piedrecilla. Comienzo a sentirme como un jugador de tenis, ensayando los saques. Golpe y a la esquina, cada vez más fuerte.


Enfrascado en el juego, no me he dado cuenta de que los mayores han dejado lo que estaban haciendo y me miran fijamente. Mi padre acaba de entrar en el patio y se sitúa en el sitio donde debería colocarse mi oponente imaginario. Es demasiado tarde, porque mi brazo ya ha comenzado a bajar y acto seguido, la piedra rebota en el suelo y rebasa la figura inmóvil de papá, a pocos centímetros de su rodilla derecha.


Espero la riña con esa sonrisa estúpida que me estira la cara, que no sé si puede suavizar algo el chorreo que me espera, a pesar de que el guijarro se ha quedado a unos centímetros del cristal y, por lo tanto, no hay daños materiales; pero en cambio recibo una voz suave, con un retintín nervioso, persuasiva, que me ruega:

- Por favor, Juanjo, devuélvenos la tibia del abuelo. Llevamos toda la tarde buscándola.

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03 febrero 2014

Olor a licor adolescente



Dedicado a MCM, EB y SNH por el buen rato pasado mientras me lo contaban.

Las mujeres mayores siempre oléis bien, nos dice el chico y nosotras sonreímos de oreja a oreja, como si nos gustara el piropo. Que se fijen en una la primera noche de San Fermín no tiene tanto mérito, si lo piensas, sabiendo que es cierto que las tres estamos de buen ver para nuestra edad, pero no nos gusta nada que nos recuerden los lustros que llevan marcados nuestras caras.


Así que, antes de que el muchacho siga con alguna otra frase hecha como la que acabo de decir, me pienso si cortarle con otra de las clásicas: “¿Dónde vas, chaval? Si podrías ser mi hijo.”, o le callo la boca de otra forma. Pero me temo que la bisoñez puede campar en muchos más aspectos de la vida que el de la labia, y la hora es demasiado temprana para experimentos.


Así que decido hacerme la mujer fatal y tras lanzarle una bocanada de aire a la cara, le pido que me invite a un whisky con naranja. Anda, guapo, no digas tantas tonterías y págate algo. Y al acercarme, percibo su olor a fresco, a joven varonil, deportista, sin demasiados trucos ni aceites. Aventuro que tierno y virginal por dentro, aunque tenga ese cuerpazo capaz de elevarme dos palmos del suelo con un solo brazo.


Al primer trago me arrepiento de no haber detallado la marca del escocés. Garrafazo. En un ataque de ternura, disimulo la mueca de asco y decido esperar a que los hielos diluyan el brebaje. Él aprovecha para acercarse un poco y merodear mi cuello con el perfume de su aliento, ya algo contaminado de alcohol.

Tiene ese olor a licor adolescente, que me recuerda a otros tiempos y a otras personas. Un perfume que recordaré con tanto placer, como la torpeza de sus palabras.


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