23 julio 2017

Naipes


Geir mosed

La imagen es de Geir Mosed. Escrito para Viernes Creativo.

No hay certeza absoluta que soporte cien negaciones y, en algunas contadas ocasiones, solo se necesita una para derribar un concepto bien consolidado.
Por aquel entonces, yo era el típico necio que desconoce sus límites y piensa que cualquier reto puede ser superado. Estaba convencido de que cada piel era un lienzo en blanco sobre el que crear una historia, con la única ayuda de tintas, agujas e imaginación.
Ella había oído hablar de mí y me aseguró que era la única persona en quien podía confiar su espalda. Tatúame lo que quieras, el dinero no es ningún problema, suplicó con la tristeza de quien se desprende de algo valioso.
Recuerdo que pasé un buen rato tratando de descifrar la constelación de pecas que pueblan su dorso y que solo acerté a trazar unos torpes caminos entre ellas con mis dedos. Nada que se pareciera a un boceto.
Las falsas creencias, como sucede con los naipes de los castillos, suelen arrastrarse unas a otras en su caída. Esa noche descubrí que algunos folios no se dejan escribir, ciertas historias no se pueden contar y que el amor a primera vista existe. Todas esas cartas cayeron hace mucho tiempo, entre las ocho de ayer por la tarde y las siete de esta mañana.

Desde que ha amanecido y contemplo desde otra luz la maravilla que derribó mi credo, me pregunto qué nuevas verdades caerán cuando ella despierte, se gire y me interrogue con su mirada.
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09 julio 2017

Nuestro amor, a veces


Microenciclopedia-ilustrada

Esta semana nos pedían, en el Viernes Creativo, que aportáramos un pequeño relato de amor a esta gran enciclopedia ilustrada de Ernesto Ortega y Nacho Gallego, que ha publicado Talentura. Era una manera de festejar que el primero, Ernesto Ortega, ha resultado ganador del concurso "Relatos en Cadena", de la SER, que tantos soñamos lograr alguna vez en la vida. Esta es mi aportación:


Nuestro amor, a veces

Me dijeron una vez que emplear los adverbios siempre o nunca es propio de personas inmaduras. Las verdades absolutas no existen, aunque tal vez esté mejor dicho que se dan con poca frecuencia.

También escuché decir a alguien que las casualidades no lo son, que se encuentra lo que uno, aunque sea de manera inconsciente, ya estaba buscando.

He leído afirmar, con toda rotundidad, que los relojes parados aciertan la hora dos veces al día; y son muchas las que yo dedico a observar tu retrato, a añorar tu risa y la mirada profunda que me tiene hipnotizado, tantos años después de tu pérdida.

Deberías, por tanto, creer, allá donde estés, amada mía, cuando te digo que no fue el azar lo que nos unió, y dudar, en cambio, cuando aseguro que tu sonrisa es la más bonita del mundo y que podría nadar en tus ojos sin descanso hasta disolverme en ellos.

Por eso puedo asegurar, con toda la inmadurez que conserva un anciano de ochenta años, anestesiado de tantas pérdidas como la tuya, que por lo menos dos veces al día, te quiero para siempre.
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